sábado, 7 de enero de 2012

La moda de lo “mini”


Comenzó en los años sesenta. Quién no recuerda aquella minifalda que lucían las entonces jóvenes que creían estar cambiando el mundo y que no le gustaba nada a Manolo Escobar cuando su novia se la ponía para ir a los toros. Casi a la vez se inventó el Mini Morris, aquel revolucionario automóvil que cabía en un zapato y aunque no había entonces problemas de aparcamiento, tenía una mezcla de esnobismo y revolución a la vez. Era menos que un coche en tamaño y más que un coche en concepto. Quizá sea por eso que ha vuelto.
Cambiar el tamaño de los billetes nos costó algo más, pero también fuimos evolucionando desde ese billete verde de mil pesetas que presidían los Reyes Católicos, solo aptos para carteras de un palmo, hasta los que luego vinieron más reducidos en tamaño con el mismo valor nominal pero mucho menor valor real, como advirtiéndonos que un billete de mil ya no era lo que había sido antaño. Y así hasta el actual minibillete de cinco euros que en pesetas serían 831,93 o sea, casi mil, pero con el que puedes comprar menos que entonces con un billete de Manuel de Falla.
Pero, quién diría que hemos cambiado tanto a la vista de las minifaldas de ahora, más caras cuanto menos tela necesitan, y del tamaño de algunos indispensables aparatos, como los teléfonos móviles, que han llegado a ser tan pequeños que no me extraña que en Hispanoamérica les llamen “celulares”.
Y por si era poco, otro elemento tan indispensable en nuestras vidas como el ordenador personal ha pasado de ocupar toda nuestra mesa de trabajo a tener el tamaño de los portátiles, miniportátiles, ipad, ipod y ya se habla de generalizar el reloj-ordenador para dentro de muy poco.
Y eso no es todo. Basta con comparar el tamaño de la ropa interior, desde la pernera larga y casi cuello vuelto de nuestros abuelos hasta los actuales tangas que se han convertido en “ropa exterior” para los que se empeñan en exhibir pantalones con cinturas de tiro bajo.
No sé de qué nos extrañamos de que las actuales cuentas públicas sean más bien minipresupuestos aunque, eso sí, motivados por la crisis. Pero casi estoy tentado a pensar que la tentación de seguir la ola de la progresiva reducción en casi todo, algo habrá tenido que ver.
Como no podía ser menos, la moda de lo “mini” ha aparecido también en el ámbito laboral y así se empieza a hablar de los miniempleos, o minijobs, como les gusta decir a los sajones. Todo un chollo que incluye cotización a Hacienda y pensiones a la Seguridad Social, cubre bajas por enfermedad y maternidad, vacaciones pagadas, el trabajador no paga impuestos y puede compatibilizar con estudios, ayudas sociales y al transporte por el módico e increíble precio de… 400 euros!! Cómo no va a ser una gran oportunidad si siete millones de nuestros vecinos listos de la Germania lo están probando ya. Un consejo: antes de consumir este producto lea detenidamente las instrucciones de uso y consulte a su farmacéutico. Le hará falta. Resulta que la mágica fórmula que nos aconseja el Banco Central Europeo no ha conseguido que se conviertan después en empleos estables en Alemania, como pretendía su diseño original. Me cuentan también que su uso se ha ceñido a trabajos que exigen escasa o nula cualificación. Vamos, justo lo que necesitamos para afrontar con éxito esta crisis. Si algo se nos va a exigir para salir de esta, es disponer de buenos profesionales que afronten con éxito los nuevos empleos, o mejor dicho, las nuevas formas de trabajar y de relacionarse entre personas y entre empresas.
Más aún si ya tenemos aquí inventadas otras fórmulas similares, pero casi sin experimentar aún, como el trabajo a tiempo parcial o el teletrabajo, que habrá que potenciar mucho más que hasta ahora, antes de aventurar otras fórmulas y modas menos prometedoras que, según lo visto hasta ahora, solo han conseguido miniresultados en términos del empleo que de verdad nos hace falta.

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