viernes, 27 de enero de 2012

Las 3 Bes (BBB)

En plena época de constante y necesaria innovación, donde mantener un negocio o un empleo parece empeño de héroes, buscamos ejemplos de superación y casos de personas y empresas que siguen buscando una salida distinta a la de tirar la toalla.
"Compra, Carlos. Compra". Eso me decía el joven subsahariano, al que llamaré Bernabé, que con su mejor sonrisa, relojes en mano, CDs de lo más variopinto, camisetas con nombres parecidos a marcas muy famosas y cualquier cosa que se pueda imaginar que no necesita en absoluto un veraneante en la playa, se dirigía a mi con esa paciencia infinita que tienen a gala solo los jóvenes que saben que han de pelear cada día por conseguir lo suficiente para sobrevivir.
Resulta que en plena crisis, hay negocios que persisten contra viento y marea, como el de los vendedores ambulantes de las zonas turísticas, que dominan la práctica de una ley económica que ha demostrado su eficacia en cualquier circunstancia del mercado. Es la denominada ley de las tres BES: Bueno, Bonito, Barato.
Y si nos paramos a pensar, no es tan extraño que un negocio así se mantenga y prospere. Nuestro amigo Bernabé solo aplica el sentido común y además sigue las normas de cualquier empresa que se precie. No hay más que analizar despacio la “Ley de las tres Bes”:
Bueno: calidad, garantía, rendimiento.
Bonito: diseño, estética, gustos del cliente, imagen.
Barato: precio competitivo, minimización de costes, ajuste de márgenes.

Preguntemos a las empresas más competitivas y nos dirán que estos son los conceptos que tienen siempre como “marca de la casa”. Me temo, no obstante, que el nivel de beneficio obtenido en las transacciones de este joven y el de las empresas de éxito está más que distante.
Pero profundicemos algo más. Cuando muchas empresas que siempre se han considerado bien gestionadas no consiguen superar la crisis, encontramos a Bernabé que, con o sin crisis, sigue ahí. Peleando, superando momentos buenos y malos,….pero ahí está, con su empresa unipersonal, buscando clientes en la costa.
En fin, que mientras empresas importantes siguen negociando con nuevos proveedores para evitar que escaseen las necesarias materias primas, alguien siempre suministra a Bernabé los productos que vende. Alguien que se lleva buena parte de su exigua recaudación, pero Bernabé lo acepta porque así tiene el suministro asegurado y además sabe que no le quedan muchas más opciones.
Las empresas tratan de minimizar costes, a duras penas, mientras nuestro amigo ya tiene minimizados todos los costes desde el inicio de su negocio… porque no hay costes, salvo la manta que extiende en el suelo que recoge rápida y hábilmente cada vez que hay que echar a correr cuando la despliega en lugares o momentos no autorizados para ello. El fuerte del negocio (el core business que dirían los anglófonos) de Bernabé no está basado precisamente la garantía del producto, pero sí unos costes internos muy reducidos con una clara repercusión en el precio final y un perfecto conocimiento de las “debilidades” del cliente potencial.
Con la mano en el corazón, siendo sinceros: ¿Qué buscamos muchas veces los consumidores?. Concluiremos que no está nada mal comprar algo que parece útil (Bueno), además de tener buen aspecto (Bonito) y además…. con buen precio (Barato). Una vez más, BBB. Por eso no es de extrañar que con lo que aprieta la situación, cada vez más se espera a las ansiadas REBAJAS. Los comercios tratan de mejorar los resultados que han ido a menos en los últimos años. Pero aunque las actuales rebajas de invierno habían empezado muy fuertes, con mucha gente en la calle (quien sabe si para “devolver regalos”), las ventas pronto han empezado a flaquear y los resultados no van a ser precisamente espectaculares, según las últimas previsiones. Además siempre se espera al Remate Final, retrasando compras y tratando de exprimir una vez más la variable precio, es decir, la B de Barato.
Todo evoluciona y también las estrategias de negocio, en permanente innovación. Pero hay reglas que no cambian porque siempre están en vigor. Esto es lo que el amigo Bernabé, seguro que más por necesidad que por convencimiento, lleva aplicando día a día y año a año: la Ley de las tres Bes.
Aunque me sigue quedando la duda de si Bernabé es quizá un auténtico innovador que ha inventado una nueva Ley, la de las tres Ces, cuando me dice eso de: “Compra, Carlos. Compra.”

sábado, 7 de enero de 2012

La moda de lo “mini”


Comenzó en los años sesenta. Quién no recuerda aquella minifalda que lucían las entonces jóvenes que creían estar cambiando el mundo y que no le gustaba nada a Manolo Escobar cuando su novia se la ponía para ir a los toros. Casi a la vez se inventó el Mini Morris, aquel revolucionario automóvil que cabía en un zapato y aunque no había entonces problemas de aparcamiento, tenía una mezcla de esnobismo y revolución a la vez. Era menos que un coche en tamaño y más que un coche en concepto. Quizá sea por eso que ha vuelto.
Cambiar el tamaño de los billetes nos costó algo más, pero también fuimos evolucionando desde ese billete verde de mil pesetas que presidían los Reyes Católicos, solo aptos para carteras de un palmo, hasta los que luego vinieron más reducidos en tamaño con el mismo valor nominal pero mucho menor valor real, como advirtiéndonos que un billete de mil ya no era lo que había sido antaño. Y así hasta el actual minibillete de cinco euros que en pesetas serían 831,93 o sea, casi mil, pero con el que puedes comprar menos que entonces con un billete de Manuel de Falla.
Pero, quién diría que hemos cambiado tanto a la vista de las minifaldas de ahora, más caras cuanto menos tela necesitan, y del tamaño de algunos indispensables aparatos, como los teléfonos móviles, que han llegado a ser tan pequeños que no me extraña que en Hispanoamérica les llamen “celulares”.
Y por si era poco, otro elemento tan indispensable en nuestras vidas como el ordenador personal ha pasado de ocupar toda nuestra mesa de trabajo a tener el tamaño de los portátiles, miniportátiles, ipad, ipod y ya se habla de generalizar el reloj-ordenador para dentro de muy poco.
Y eso no es todo. Basta con comparar el tamaño de la ropa interior, desde la pernera larga y casi cuello vuelto de nuestros abuelos hasta los actuales tangas que se han convertido en “ropa exterior” para los que se empeñan en exhibir pantalones con cinturas de tiro bajo.
No sé de qué nos extrañamos de que las actuales cuentas públicas sean más bien minipresupuestos aunque, eso sí, motivados por la crisis. Pero casi estoy tentado a pensar que la tentación de seguir la ola de la progresiva reducción en casi todo, algo habrá tenido que ver.
Como no podía ser menos, la moda de lo “mini” ha aparecido también en el ámbito laboral y así se empieza a hablar de los miniempleos, o minijobs, como les gusta decir a los sajones. Todo un chollo que incluye cotización a Hacienda y pensiones a la Seguridad Social, cubre bajas por enfermedad y maternidad, vacaciones pagadas, el trabajador no paga impuestos y puede compatibilizar con estudios, ayudas sociales y al transporte por el módico e increíble precio de… 400 euros!! Cómo no va a ser una gran oportunidad si siete millones de nuestros vecinos listos de la Germania lo están probando ya. Un consejo: antes de consumir este producto lea detenidamente las instrucciones de uso y consulte a su farmacéutico. Le hará falta. Resulta que la mágica fórmula que nos aconseja el Banco Central Europeo no ha conseguido que se conviertan después en empleos estables en Alemania, como pretendía su diseño original. Me cuentan también que su uso se ha ceñido a trabajos que exigen escasa o nula cualificación. Vamos, justo lo que necesitamos para afrontar con éxito esta crisis. Si algo se nos va a exigir para salir de esta, es disponer de buenos profesionales que afronten con éxito los nuevos empleos, o mejor dicho, las nuevas formas de trabajar y de relacionarse entre personas y entre empresas.
Más aún si ya tenemos aquí inventadas otras fórmulas similares, pero casi sin experimentar aún, como el trabajo a tiempo parcial o el teletrabajo, que habrá que potenciar mucho más que hasta ahora, antes de aventurar otras fórmulas y modas menos prometedoras que, según lo visto hasta ahora, solo han conseguido miniresultados en términos del empleo que de verdad nos hace falta.