jueves, 31 de mayo de 2012

La Reunionitis: diagnóstico y tratamiento


Pero,… ¿otra vez hay reunión?. Es la pregunta que muchos responsables se hacen cuando son convocados para tratar temas de la organización junto con otros miembros del equipo de trabajo.  Y es que la costumbre de celebrar reuniones en todo momento y para tratar todo tipo de asuntos se ha extendido en buena parte de los departamentos y entidades de cualquier calibre. Pero, ¿eso es bueno o malo?

Mejor analizarlo con detalle antes de sacar conclusiones precipitadas. Entre tener que acudir a múltiples reuniones o no participar en ninguna, siempre es mejor la primera opción. Qué duda cabe que para que exista coordinación entre los miembros de un equipo, es necesario hablar, exponer criterios y acordar líneas de acción comunes. Ahora bien, como todo en la vida, los excesos se pagan.

Tanto las organizaciones como las personas tienen a veces síntomas comunes que reflejan que algo falla. Hay enfermedades que requieren tratamiento especializado, por su importancia en la salud de un organismo y por lo que afecta a la calidad de vida, al futuro y a la propia supervivencia. Si esto es así en los seres vivos, no lo es menos si se trata del entorno laboral, donde la organización de una entidad o empresa depende muchas veces de la detección precoz de las causas que impiden un correcto funcionamiento.

Y es que no por ser habituales, hay que aceptar males que están extendidos. Uno de ellos es la reunionitis, o dicho de otro modo, errores que se producen en múltiples reuniones de trabajo y que pueden provocar que sean inútiles para los objetivos de la organización, mermando el escaso tiempo que se dispone para el trabajo efectivo y la toma de decisiones.  

Como en cualquier asunto complejo, lo mejor para conocerlo y mejorarlo es desagregarlo en los elementos que lo componen, analizar cada uno y así detectar cuándo estamos ante uno de ellos. Así que pasemos a presentar a los posibles miembros que componen una reunión para entender por qué muchas de ellas no alcanzan lo que pretenden. Seguro que con ciertas analogías y diferencias, todos nos hemos encontrado con situaciones y personas similares a las que presento, como miembros de una reunión.

El listo: en toda reunión que se precie, siempre destaca un participante muy particular que dispone de la información necesaria y la expone en el momento adecuado, con tono autosuficiente, no dejando la más mínima duda de que él sí se prepara las reuniones a conciencia y nadie puede pillarle en descuido,… para fastidio del resto.

El datos: en simbiosis con el listo, trae a cada reunión listados, cuentas, resultados, proyecciones… que pueden tener relación con lo que se trata quizá de una forma tangencial, pero no por ello se corta un pelo exponiendo sin duelo el último porcentaje.

El ideólogo: nadie sabe cómo, pero consigue que todos perciban que lo que declara, lo hace en nombre de la organización y no a título particular, aunque es muy común que con esto supla (o lo intente) la labor que le corresponde al verdadero responsable del equipo.

El oportunista: nada impide que una vez mediada la reunión, alguien que no ha abierto la boca hasta entonces porque no tiene realmente nada que decir, encuentra el momento de hacer su particular discurso (o speech como dicen los modernos) sin aportar nada en particular, salvo las cuatro ideas que le han quedado de lo que ha oído hasta entonces, pero dichas de otro modo para que no se note.

El enredador: siempre, sin excepción es la voz de la discordia, porque nunca le convencen los objetivos, ni lo expuesto, ni las conclusiones, pero (eso sí) consigue que haya enfrentamiento entre miembros del equipo (da igual quiénes), dado que ese sí es el objetivo que persigue.

El pacifista: por el contrario, este miembro del equipo contrarresta la sibilina labor del enredador, para que la sangre no llegue al río, aunque en ocasiones acabe él mismo ahogado en el intento.

El monólogos: es el más insufrible de todos, haciendo que nadie quiera ser convocado de nuevo el siguiente día, por no tener que escuchar y simular bostezos tras los inacabables minutos de “experta exposición”.

El aburrido: como el monólogos, pero sin lo de “experta exposición”, así que peor aún.

El gracioso: no podía faltar, ese compañero que se sabe todos los chistes y es capaz de ingeniar todas las bromas imaginables sobre los miembros del equipo y de fuera del equipo, chascarrillos incluidos, que anima la reunión en la misma medida que hace que la misma pierda de vista sus objetivos.

El despistador: en línea con el gracioso, solo que sin gracia, habla de cualquier cosa que no tenga que ver con la reunión, sabiendo que cuanto más despiste, menos tiempo queda para tratar los temas propios para los que ha sido citado.

El negativo: no importa de qué se hable porque siempre tendrá una visión pesimista sobre resultados posibles o alternativas de acción.

El optimista: tan peligroso como el negativo, cualquier cosa puede parecerle excelente y tiene que salir bien por Decreto o inspiración divina, sin tener en cuenta los medios ni tiempo a emplear para que sea rentable o efectivo.

El interruptor: tiene que hablar y cortar el argumento de cualquiera que aporte algo coherente antes de que llegue a alguna conclusión o compromiso del grupo, sin importarle en exceso el respeto a quien tiene la palabra en cada momento.

El tímido: lo pasa fatal cada vez que no le queda más remedio que intervenir pero sabiendo, él y todos, que tiene mucho que aportar, por lo que todos le escuchan con interés, acrecentando con ello aún más su timidez.

El resúmenes: su objetivo es tener la última palabra en cada tema tratado y qué forma mejor que resumir lo tratado haciendo más fácil la redacción del acta.

Y finalmente llegamos al único miembro que no puede faltar en una reunión:

El imprescindible: un líder, alguien que convoca (con tiempo suficiente) la reunión, decide quién participa en la misma, prepara el orden del día, dirige el turno de palabra y mide los tiempos, llegando a conclusiones y compromisos claros y con calendario de cumplimiento conocido por todos. Su mayor reto consiste en lograr que cada participante aporte solamente aquello que interesa a la organización y no a cada uno de ellos en particular, tarea nada fácil, porque no es fácil ser un líder y menos aún ser reconocido como tal. En definitiva, debe diagnosticar, tratar y curar la reunionitis, antes de que la organización se contagie de sus males.

Seguro que podemos identificar en nuestro entorno personas con estos 16 perfiles y muchos otros que hacen de las reuniones algo atractivo, curioso e incluso útil.