Intentemos imaginar la cara de nuestro jefe si un
día llegamos al trabajo y le soltamos así, de sopetón: “Hola jefe, que he
pensado que hoy voy a dedicar la mitad de mi jornada de trabajo entre la
cafetería y el gimnasio, porque así seré más productivo y creativo”.
Primero, se sorprenderá, luego se le irá escapando
esa sonrisa socarrona que los jefes ensayan al menos una vez al mes antes de
lanzar su ultimatum, y ya por último nos lanzará efectivamente un último ultimatum
en ese tono imperativo que no requiere mayor aclaración. Seguro.
Pues sabed que este jefe está trasnochado y no sigue
los mejores ejemplos organizativo-estratégicos de las grandes empresas del
momento. Así nos va, por no seguir los grandes consejos de las empresas innovadoras
de futuro prometedor.
Y es que la labor de los jefes es cada vez más
complicada y poco reconocida, pobres. Me explico. Con la que está cayendo, sin
previsión de que la recesión deje a nadie levantar cabeza al menos en los
próximos doce meses, los jefes tienen que salvar la situación de la empresa,
destinando los menores recursos posibles, o lo que es peor, a pesar de los
cambios en los recursos de que disponen, los que le quitan o los que le llegan.
Tratar de superar la crisis, pase. ¿Quién dijo miedo?.
Pero adaptarse a los nuevos y modernos métodos de gestión, ya es harina de otro
costal, porque los nuevos jefes que ahora llaman CEOs (Chief Executive Officer o
Director Ejecutivo, para los amigos) están convencidos de que para fomentar el
talento, tan necesario en nuestros tiempos, hay que dirigir la empresa de
manera muy distinta a la tradicional.
Así, si al llegar a la empresa el jefe se encuentra
a sus empleados charlando amigablemente en corrillos, fuera de sus puestos de
trabajo, no ha de enfadarse, no. Al contrario, participará en los grupitos
aportando en lo posible los últimos chistes y chismorreos del momento. Porque
eso se llama fomentar la comunicación
interna, coparticipación
y mejora del clima interno, donde
la satisfacción del trabajador es condición sine
qua non para conseguir luego que el todopoderoso cliente esté igual de
contento.
Si un nuevo “fichaje” que acaba de llegar a la
empresa se encuentra con que sus compañeros le han cambiado de sitio los
ficheros del ordenador con el correspondiente virus gracioso, o se queda
sospechosamente encerrado dos horas en el archivo (sin cobertura, por supuesto)
no son novatadas propiamente dichas, sino programas de acogida y aprendizaje inicial, que hay que
aplaudir y fomentar porque refuerzan la cultura
de la organización.
Si resulta que Rodríguez aún no ha preparado la
información para elaborar el informe ejecutivo a presentar en el Consejo de
Administración de hoy, porque ha estado liado con el cursillo de inglés básico
o de iniciación al word, tranquilo
que no pasa nada. Lo importante es fomentar y promover los programas de formación interna en la empresa que
hará que ésta sea más competitiva y que incluso Rodríguez refuerce nuestra imagen de marca. Pero si por un
imperdonable arrebato, el jefe pretende despedir a Rodríguez tras meses de
continuos incumplimientos y ausencias por cursos y cursillos, se ha de
arrepentir de inmediato cuando descubra que el susodicho aceptó firmar un pacto de permanencia por el que no
abandonará la empresa en varios años, dado que la organización no puede
permitirse perder un trabajador en el que se ha invertido tanta y tanta
formación. Y eso que para entrar en la empresa destacaban en su curriculum sus amplios conocimientos en
idiomas e informática.
Poco debe importar que llegara a la empresa
enchufado por el responsable de compras, porque las buenas empresas tienen en
marcha los denominados programas de
referidos, en los que incluso se otorgan incentivos a los empleados que
propongan candidatos que finalmente resulten contratados.
Y lo curioso es que además Rodríguez acaba siendo
efectivamente un trabajador más formado que su propio jefe, con lo que a éste
le empiezan a llegar rumores de que su puesto puede ser ocupado por el propio
Rodríguez. Pero lejos de pensar en el concepto tradicional de “trepa” y de los
temores y temblores por la inminente pérdida de su propio estatus que le
asaltan, el jefe ha de pensar que toda buena empresa busca el talento entre sus
propios empleados mediante las novedosas herramientas de autodiagnóstico, favoreciendo que los
empleados ocupen nuevos cargos y responsabilidades mejorando sus perfiles
profesionales. Así que solo le queda felicitar a Rodríguez por sus éxitos y
progresos.
¿Qué ocurre si el jefe encuentra a uno de sus
empleados haciendo uso no autorizado de información confidencial de la empresa
para crear un negocio paralelo?. Nada, nada, no nos alarmemos por la
competencia que pudiera hacer a la compañía creando una nueva empresa, porque a
buen seguro está trabajando en un spin-off,
o “empresa-incubadora” en el seno de la propia empresa que puede resultar
incluso más rentable que ésta a largo plazo.
Cuando los empleados se empeñen en no seguir el
procedimiento establecido ni el manual de gestión de la empresa, no se trata de
ninguna rebelión, sino de la innovación
estratégica que tanto buscan las empresas de mayor proyección.
Si los empleados se pasan el día tomando cafelillos,
haciendo entre ellos catas de múltiples infusiones y sugiriendo incluso mayor variedad
en los sabores, no significa que no aporten con ello valor añadido a la empresa, porque en esto se basa una empresa
tan exitosa como Starbucks. Y
empresas de este calibre no pueden estar equivocadas.
Así que con este panorama,
lo mejor que puede hacer un buen jefe para estar a tono con los tiempos que
corren es facilitar a sus empleados cualquier cosa que deseen, como por ejemplo
mascotas, comida sana, cafeterías gratuitas, salas de snaks, peluquerías, gimnasio, médicos, autobuses, lavandería,
guardería y hasta una notaría propia de la empresa. Y si hay dudas sobre esto,
que le pregunten a Google que sigue
esta política y está considerada como una de las mejores empresas en las que
trabajar.
Malos tiempos para los
jefes. Pero quizá no debamos pensar que la dificultad mayor la encuentran en tratar
de superar la crisis económica, sino en los retos mucho más complejos que
suponen estas nuevas iniciativas estratégicas de atracción del talento que empiezan a caracterizar el
empleo actual y más aún el empleo que
viene.