jueves, 27 de diciembre de 2012

Los dirigentes: ¿estrategas o hábiles comerciantes?


No es ningún secreto. Los partidos políticos, como tantas otras organizaciones, utilizan conocidas técnicas de venta para dar a conocer al público sus mensajes, esperando captar cuantos más clientes posibles que les compren su producto más preciado: el voto.
Siempre nos ha contado en las universidades y en las mejores escuelas de negocios que las estrategias de marketing son una aspecto clave en todo tipo de organizaciones. Podríamos decir que el estilo de dirección de una compañía o un grupo empresarial se define en función de cómo se da a conocer al mercado y en la forma en que hace público su producto, su servicio, sus objetivos o su programa de acción.
Si nos fijamos bien, no son muy diferentes las estrategias comerciales que siguen los grupos políticos a la hora de tomar decisiones y darlas a conocer a los ciudadanos de a pie. Muchas veces parece que en lugar de una estudiada estrategia de comunicación, lo que nos cuentan los dirigentes políticos es lo aprendido en un elemental cursillo de ventas al por menor cuando buscan atraer la simpatía de los ciudadanos votantes.
¿Ejemplos? Muchos. Veamos casos en los que los partidos políticos se dirigen a la ciudadanía para exponer sus ideas como si de una simple y llana promoción de ventas se tratara, siguiendo las alternativas previstas en la mismísima Ley de Ordenación del Comercio Minorista.

Así, vemos como aplican las estrategias de ventas en oferta a la hora de realizar su propia oferta electoral, dado que presentan su actividad destacando sus condiciones más favorables, o su menor coste para el ciudadano. De este modo dan a conocer sus nuevas propuestas para captar así mayor aceptación de las mismas. Sin embargo, no son tan cuidadosos a la hora de respetar la información que requiere este tipo de ofertas, que debe darse con total claridad. Por tanto la frase “donde dije… quise decir…” que tan comúnmente utilizan nuestros dirigentes no sería en modo alguno aceptable en este método de promoción de ventas.
Pero sí aplican sin dudar la cláusula de sustituir el producto por otro de similares características en el caso de disconformidad por parte de cliente. Son especialistas en realizar en tiempo record una promesa similar -pero distinta- a la inicial para dejar conforme al cliente/votante.

Qué podemos decir de la ventas en rebajas, que “solo” pueden hacerse en dos períodos al año ofreciendo los mismos productos que antes pero a menor precio -menos impuestos y más ayudas- y con la misma calidad. Especialmente aplican las rebajas cada cuatro años, con algunos períodos intermedios, coincidiendo mágicamente con los períodos electorales europeos, nacionales, autonómicos o locales. Menos mal que no aprovechan los dos meses de duración máxima de las rebajas. Una campaña electoral tan larga excedería cualquier límite soportable por el ciudadano medio.

En cuanto a la venta de saldos, es decir, de productos cuyo valor de mercado ha disminuido por deterioro, desperfecto u obsolescencia, encaja perfectamente entre nuestra clase política cuando deciden que es un momento idóneo para hacer caja mediante la venta de coches oficiales, enajenación de edificios y otros patrimonios públicos varios y cuadrar así las deficitarias cuentas. Últimamente es tan habitual este método de ventas que algunas administraciones públicas bien podrían añadir a su denominación la categoría de outlet o factory.

Una costumbre muy sana pero poco ejercida por los políticos es la de aplicar el método de ventas en liquidación que supone el cese parcial o total de la actividad en ejecución de una decisión judicial o administrativa. Pero claro está, pensar en ceses o dimisiones sobre todo si es tras una resolución judicial, suena a pérdida de apoyo popular y a posible crisis de gobierno, situación que no gusta nada a nuestros dirigentes y de la que huyen como del agua hirviendo. Claro está que este tipo de ventas dispone de un período máximo de tres meses -lo que no encaja con los ceses fulminantes- y exige no poder ejercer la actividad durante tres años siguientes, al menos en la misma localidad. Pero nada impediría volver a presentarse para ser elegido en otra localidad, o incluso por otro partido, lo que se podría considerar un “cambio de ramo o modificación sustancial del negocio”, fórmula ya prevista por la citada Ley de Ordenación del Comercio.

Sin duda, si hay algún método en el que los políticos se encuentran como pez en el agua es a través de la venta con obsequio o prima, en la que se utilizan regalos, premios o similares, fórmula ideal para distribuir en plena campaña electoral los mecheros, globos, bolígrafos, abanicos y demás quincalla, con entrega inmediata y directamente asociada al producto estrella: el voto. Ahora bien, se exige que las condiciones queden acreditadas ante notario y que no haya variación en la calidad ni en el precio de lo ofrecido, lo que supone una condición harto difícil de cumplir por la clase política, en lo que al programa electoral se refiere.

Finalmente, existe la denominada oferta de venta directa,  en la que el propio fabricante ofrece el producto directamente al público, la más adecuada en mítines, reuniones y visitas multitudinarias, en los que nuestros políticos reciben el feedback de sus incondicionales en olor de multitud. Música, luz, color, puesta en escena, discurso elaborado… todo es útil en este tipo de técnicas de venta.

Toda una serie de formas puramente comerciales de atraer el ansiado voto, que sin duda nuestros dirigentes conocen a fondo y dominan a la perfección.
Cuidan el mensaje con esmero, y al igual que antaño el Director General de Camp, nos dicen aquello de “busque, compare y si encuentra algo mejor…..vótelo”.
La duda siempre surge al valorar la calidad real del producto/programa que ofrecen. ¿Es fruto de una elaborada estrategia política o es solo puro marketing?