Desde que se inventó la escritura y hasta los años 80, los
libros eran el medio habitual de lectura y de estudio hasta que llegó el ordenador.
Y ya en los 90, el ordenador suponía, a juicio de los padres, un riesgo que podía desconcentrar a sus hijos del estudio. Los chavales tenían que hacer pronto
los deberes para poder sacar luego un rato y poder jugar con videojuegos, solo si
les quedaba tiempo.
Incluso cuando no había todavía ordenadores en las casas, la
alternativa para los modernos videojuegos eran los salones recreativos, que hoy
son casi una especie en extinción. El amigo que tenía una videoconsola en su
casa se convertía en el rey del colegio y todos querían que les invitara a su
casa para echar unas partidas.
Eran tiempos donde aún el futbolín el “pim-ball”
competían con los comecocos y los marcianitos, las primeras máquinas que
empezaban a parecerse -aunque remotamente- a los modernos videojuegos. Y eran
los chavales que más tiempo dedicaban a jugar a las máquinas de videojuegos a
los que menos tiempo les quedaba para dedicarlo al estudio, o mejor dicho, a la
lectura de libros, que ahora sabemos que no es lo mismo.
Quién nos iba a decir que precisamente el sector de los
videojuegos iba a estar entre los de mayor crecimiento y expectativa de futuro,
incorporando la tecnología en imagen más puntera.
Muchos de los jóvenes que entonces se escapaban para jugar
con videojuegos en lugar de leer libros de texto son ahora ingenieros informáticos
o de telecomunicaciones, expertos en imagen digital o creativos de empresas de
ocio con las últimas aplicaciones online. Las
destrezas y habilidades que estos jóvenes obtuvieron con el uso de las máquinas de entonces, a
buen seguro les han ayudado en su posterior desarrollo profesional, aunque solo
haya sido porque con el mayor uso del ordenador han tenido la oportunidad de
conocer mejores y más actualizados videojuegos.
Quién sabe si con los actuales métodos de enseñanza, basados
en créditos varios de contenido cerrado y exámenes a superar, no estamos
coartando la creatividad de profesionales que en un futuro demostrarán que
había otra forma de aprender y de compartir y demostrar el conocimiento.
Entre tanto, hay cada vez más estudios que indican que la
utilización de dispositivos online en
las aulas y los trabajos en red se imponen al tradicional método de “estudio
individual y prueba final”.
Para muestra, unos cuantos
botones:
- cada vez son más los
padres y madres que comprueban los deberes que tienen sus hijos vía WhatsApp y los profesores que crean blogs para que sus alumnos puedan
consultar los contenidos vistos en clase y estar al día de las novedades.
- un 70% de los niños de 2 a 5 años saben usar un ratón de
ordenador, mientras que solo el 11% saben atar los cordones de sus zapatos.
- un 90% de los estudiantes opinan que las tablets les pueden ayudar en el estudio más
eficientemente que los libros tradicionales
- los e-books son en definitiva más económicos y asequibles para los estudiantes que los libros al uso.
- la gran mayoría de colegios utilizan redes sociales para
poner al día a sus alumnos sobre anuncios y comunicaciones.
Buscando en la red he encontrado un par de infografías muy
interesantes que ilustran lo que en breve tiempo parecerá obvio, porque ya es
una realidad.
Aunque reconozcamoslo: entre tanto, seguiremos compatibilizando
el uso de ordenadores, pdas, ebooks y tablets con ese antiguo y gran amigo que
siempre nos ha acompañado hasta hoy: el libro en su versión papel. Y cuando no nos vean, echaremos una partida a los marcianos....