miércoles, 29 de febrero de 2012

Españoles del mundo


Por fin se acabó la autarquía intelectual. Por fin tenemos españolitos jóvenes que saben muy bien dar la talla entre los grandes, entre los que marcan la pauta. Y eso es así porque han visto mundo, porque conocen de primera mano cómo se mueven los hilos en el ámbito empresarial internacional sin tener que preguntar a algún colega americano o alemán, sino aportando su opinión y aportando soluciones tan válidas como las que más a la hora de decidir el futuro en inversiones y proyectos de calado.
No es casualidad. Es el resultado del impulso que un día recibieron a través de programas de financiación europea tan conocidos como Leonardo, Sócrates, Erasmus, Petra, Comett y tantos otros que en su día abrieron la puerta y la mente de muchos estudiantes y titulados españoles que descubrieron que tras los Pirineos había, además de guiris, muchas opciones de aprender otras formas de hacer, estudiar y trabajar. Muchas oportunidades para demostrar que eran (y son) tan buenos o mejores que los estudiantes y trabajadores de los países “más avanzados” de Europa y del mundo.
Muchos de ellos ya están de vuelta entre nosotros dirigiendo importantes departamentos en empresas muy relevantes, creando sus propias empresas, tomando decisiones y liderando proyectos internacionales (y locales) con una visión abierta y dando una oportunidad a eso que llaman innovación, que no es otra cosa que atreverse a hacer las cosas de otro modo para comprobar que se pueden mejorar.
Les hubiera sido más difícil hacerlo si solo hubieran conocido el entorno inmediato, seguro y cercano de su pueblo o ciudad, si supieran afrontar los retos solo de una manera, sin un contraste con otras formas de ver la vida y el trabajo, sin esas propuestas a veces extrañas pero eficaces de abordar situaciones nuevas que solo se conocen cuando se asoma la cabeza por la enorme rendija del resto del mundo.
El esfuerzo de dejar el ambiente habitual para salir a estudiar o trabajar a otro país es antes o después recompensado. En primer lugar por la experiencia personal de quien lo vive, y en segundo lugar por el mayor reconocimiento profesional que, cada vez más, las empresas saben ver en quien es capaz de solucionar de un modo atrevido y distinto cuestiones relacionadas con el trabajo del día a día. Y eso, no lo olvidemos, es dinero para las empresas porque supone muchas veces un SÍ o un NO a un nuevo contrato, a una propuesta de colaboración profesional de interés o a un importante cliente que de otro modo sería inaccesible.
Los españolitos vamos ganando terreno, palmo a palmo, a ese histórico déficit en conocimiento y dominio de idiomas, especialmente en el idioma internacional de la empresa: el inglés, con permiso del alemán en ingeniería o el francés y japonés en otras disciplinas e incluso el chino como idioma de futuro.
Pero el mayor triunfo lo estamos consiguiendo en esa otra alfabetización, que es la cultural, la del conocimiento y la del trabajo compartido en y con la red de redes.
Me sorprende ver, leer y escuchar visiones muy distintas, que alertan sobre la mal denominada “fuga de cerebros”, sin tener en cuenta el enorme valor añadido que incorporan quienes vuelven a casa con la experiencia y conocimientos aprendidos en otros lares y ambientes bien distintos del de nuestro país. Son esos trabajadores “retornados” tras una estancia en otro país los que mejor pueden dar pautas y soluciones alternativas a las que machaconamente venimos utilizando y que a base de repetirlas (o quizá por ello) no dan los resultados esperados, especialmente cuando las cosas cambian tan rápido.
La mayor “fuga intelectual” se produciría si no permitiéramos desarrollar todo el potencial que disponemos, no dejándolo funcionar en entornos diferentes al habitual. Es un coste-oportunidad que difícilmente podríamos recuperar. Porque además, los países que incorporan a su PIB un importante porcentaje de I+D+i no dudan en enviar a sus jóvenes a prepararse en otros países, con esa visión internacional presente ya en cualquier profesión.
Con el avance de la temida, denostada y malentendida globalización, más nos vale que acuñemos cuanto antes un nuevo significado al PIB: Producto Internacional Bruto, porque en el mundo empresarial, las fronteras son cada vez más delgadas y pierden el sentido que alguna vez tuvieron, si es que lo tuvieron alguna vez. Dejemos la autarquía para los libros de historia.
Más que españoles por el mundo, como dice la tele, hemos de ser españoles del mundo, que entendamos como lógica una forma más avanzada de relacionarnos, que resida en aportar y distribuir ideas y conocimiento (mil gracias, internet), en el liderazgo compartido, con una visión de las relaciones laborales en las que conceptos como igualdad de género o conciliación ya ni se contemplen por innecesarios, al estar plenamente asumidos.
Y si les preguntamos a nuestros jóvenes, sabemos según los últimos estudios de movilidad laboral internacional que seis de cada diez están dispuestos a trabajar al extranjero. ¿Por motivo de la crisis? Quizá, pero también por lo mucho que aporta ser ciudadano del mundo, para volver luego aquí y demostrar las nuevas capacidades adquiridas, o bien quedarse a vivir en otro país el tiempo que sea necesario, quién sabe si creando proyectos y desarrollando ideas que después otros, españoles o no, puedan también compartir e incluso mejorar.
Es lo bueno de ser del mundo mundial y que las distancias sean cada vez más cortas. No lo desaprovechemos.

domingo, 12 de febrero de 2012

EL PODER DE SAN VALENTÍN

Dicen que la primavera la sangre altera. Este dicho popular debe de tener algo de cierto, aunque no altera por igual a todo el mundo, a la vista de las distintas acciones y reacciones que pueden verse en estas fechas. Me da la impresión de que San Valentín está haciendo de las suyas en los días cercanos a su anual aniversario en el calendario.
Se dice que el amor no conoce límites, que afecta a todos los ámbitos de la vida. Y ciertamente hay ejemplos que nos hacen pensar que así es. Me parece que San Valentín está revoltoso y se ha cansado de trabajar exclusivamente para que las aspiraciones y suspiros de los enamorados lleguen a buen puerto. No solo se limita a recordarnos una vez al año lo mucho que estamos enamorados de nuestra media naranja, sino que esta vez se le ha ido la mano enredando en otro tipo de amores.

Este año le ha dado por poner su mayor empeño en echar una mano a los amantes de la justicia. La Justicia con mayúsculas, la que hace que nos interesemos por el quehacer de jueces, fiscales, abogados, acusados, testigos…. Para que luego digan que el trabajo en los juzgados es monótono y aburrido. Los funcionarios de la administración de justicia tienen que estar encantados de trabajar en lugares tan apasionantes.
Vamos, que están de moda en los últimos tiempos los casos más sonados que se recuerdan en el ámbito judicial en nuestro país. Quizá lo que sucede es que existe una confabulación entre Cupido y San Valentín, o bien que han hecho una apuesta entre ambos para ver quién se lleva más titulares.

El juez Garzón ha sido juzgado, y además apartado de su profesión por otros jueces. Todo queda en casa. Él asegura que lo que hizo fue por amor a la verdad y a la justicia. No me atrevo a imaginar el revuelo y titulares que generaría en la prensa deportiva y de sucesos si un árbitro de fútbol expulsara con tarjeta roja directa a un juez de línea (juez al fin y al cabo). Eso sí, seguro que el árbitro alegaría también amor a la profesión para justificar el hecho.

El ya expresidente Camps  también ha pasado por los juzgados y en este caso se ha traducido en  una innegable pasión, más que amor, por la elegancia y el buen gusto en el vestir. Con lo ancho que se ha quedado Camps, hay quien duda de si cabrá en los trajes.

Y qué decir del Campeón en elegir lugares para reuniones de trabajo. Dónde mejor que en gasolineras: esos lugares que aportan buen gusto, excelente gastronomía, interesante compañía y que además aportan esa dosis extra de energía de 98 octanos que algún dirigente necesita. Combustible refinado, donde los haya, para que fluya la amistad entre empresarios, políticos, farmacéuticos,… Gracias, San Valentín.

Y qué decir del amor incondicional a los demás que realizan en ONGs algunas personalidades cercanas (que ya no pertenecientes) a la realeza. Lo que no alcanzo a comprender bien es la necesidad de asegurar el dinero recaudado en paraísos fiscales. Debe ser para evitar que la fiscalidad reduzca la cuantía que generosamente está predestinada a favorecer a los menos favorecidos.

Y para solaz de nuestros galos vecinos, a Contador también le ha llegado su particular sentencia, por amor al deporte limpio según dicen unos tribunales foráneos, aunque nadie comprende qué hay de limpio en imponer la mayor sanción sin estar demostrada la culpabilidad.  

Analizando cualquiera de los casos y lo que alegan cada uno de los imputados, se aprecia un innegable amor por los demás con una absoluta y abnegada generosidad, aunque no me atrevo a darles a ellos todo el mérito. Seguro que San Valentín, con o sin su colega Cupido, ha tenido mucho que ver y se lo ha puesto fácil.
Tanto amor por la justicia y por el bien de la sociedad, hace pensar en establecer un nuevo sistema de retribución para jueces y destacados dirigentes. En lugar de retribución dineraria, en unos casos se puede establecer el pago en especie en forma de vestimenta elegante, gasolina, títulos nobiliarios o chuletones de Ávila. En otros casos, basta ver lo felices que son con su servicio a la sociedad y a su profesión para pensar que se dan ya por bien pagados con poder ejercer su labor. 

Cada vez que veo las noticias con las que nos regalan cada día nuestros periodistas en temas judiciales,  vuelvo a mirar el calendario por si nos lo han cambiado y en vez de estar en tiempo de San Valentín estemos rondando el día de los Santos Inocentes.