domingo, 12 de febrero de 2012

EL PODER DE SAN VALENTÍN

Dicen que la primavera la sangre altera. Este dicho popular debe de tener algo de cierto, aunque no altera por igual a todo el mundo, a la vista de las distintas acciones y reacciones que pueden verse en estas fechas. Me da la impresión de que San Valentín está haciendo de las suyas en los días cercanos a su anual aniversario en el calendario.
Se dice que el amor no conoce límites, que afecta a todos los ámbitos de la vida. Y ciertamente hay ejemplos que nos hacen pensar que así es. Me parece que San Valentín está revoltoso y se ha cansado de trabajar exclusivamente para que las aspiraciones y suspiros de los enamorados lleguen a buen puerto. No solo se limita a recordarnos una vez al año lo mucho que estamos enamorados de nuestra media naranja, sino que esta vez se le ha ido la mano enredando en otro tipo de amores.

Este año le ha dado por poner su mayor empeño en echar una mano a los amantes de la justicia. La Justicia con mayúsculas, la que hace que nos interesemos por el quehacer de jueces, fiscales, abogados, acusados, testigos…. Para que luego digan que el trabajo en los juzgados es monótono y aburrido. Los funcionarios de la administración de justicia tienen que estar encantados de trabajar en lugares tan apasionantes.
Vamos, que están de moda en los últimos tiempos los casos más sonados que se recuerdan en el ámbito judicial en nuestro país. Quizá lo que sucede es que existe una confabulación entre Cupido y San Valentín, o bien que han hecho una apuesta entre ambos para ver quién se lleva más titulares.

El juez Garzón ha sido juzgado, y además apartado de su profesión por otros jueces. Todo queda en casa. Él asegura que lo que hizo fue por amor a la verdad y a la justicia. No me atrevo a imaginar el revuelo y titulares que generaría en la prensa deportiva y de sucesos si un árbitro de fútbol expulsara con tarjeta roja directa a un juez de línea (juez al fin y al cabo). Eso sí, seguro que el árbitro alegaría también amor a la profesión para justificar el hecho.

El ya expresidente Camps  también ha pasado por los juzgados y en este caso se ha traducido en  una innegable pasión, más que amor, por la elegancia y el buen gusto en el vestir. Con lo ancho que se ha quedado Camps, hay quien duda de si cabrá en los trajes.

Y qué decir del Campeón en elegir lugares para reuniones de trabajo. Dónde mejor que en gasolineras: esos lugares que aportan buen gusto, excelente gastronomía, interesante compañía y que además aportan esa dosis extra de energía de 98 octanos que algún dirigente necesita. Combustible refinado, donde los haya, para que fluya la amistad entre empresarios, políticos, farmacéuticos,… Gracias, San Valentín.

Y qué decir del amor incondicional a los demás que realizan en ONGs algunas personalidades cercanas (que ya no pertenecientes) a la realeza. Lo que no alcanzo a comprender bien es la necesidad de asegurar el dinero recaudado en paraísos fiscales. Debe ser para evitar que la fiscalidad reduzca la cuantía que generosamente está predestinada a favorecer a los menos favorecidos.

Y para solaz de nuestros galos vecinos, a Contador también le ha llegado su particular sentencia, por amor al deporte limpio según dicen unos tribunales foráneos, aunque nadie comprende qué hay de limpio en imponer la mayor sanción sin estar demostrada la culpabilidad.  

Analizando cualquiera de los casos y lo que alegan cada uno de los imputados, se aprecia un innegable amor por los demás con una absoluta y abnegada generosidad, aunque no me atrevo a darles a ellos todo el mérito. Seguro que San Valentín, con o sin su colega Cupido, ha tenido mucho que ver y se lo ha puesto fácil.
Tanto amor por la justicia y por el bien de la sociedad, hace pensar en establecer un nuevo sistema de retribución para jueces y destacados dirigentes. En lugar de retribución dineraria, en unos casos se puede establecer el pago en especie en forma de vestimenta elegante, gasolina, títulos nobiliarios o chuletones de Ávila. En otros casos, basta ver lo felices que son con su servicio a la sociedad y a su profesión para pensar que se dan ya por bien pagados con poder ejercer su labor. 

Cada vez que veo las noticias con las que nos regalan cada día nuestros periodistas en temas judiciales,  vuelvo a mirar el calendario por si nos lo han cambiado y en vez de estar en tiempo de San Valentín estemos rondando el día de los Santos Inocentes.

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